miércoles, 10 de agosto de 2011

Cloruro de Magnesio

Aceite de Magnesio

El Cloruro de Magnesio son unas sales solubles en el agua, de gusto salado y amargo, escasas en los alimentos, deberíamos tomarlas para recuperar el equilibrio perdido por las sales de potasio, aportan importantes beneficios para el mantenimiento de la salud, a pesar de ello, puede haber algunas contraindicaciones que conviene conocer, para evitar los posibles efectos secundarios. Se aconseja no tomarlo o reducir la dosis si hay problemas renales o diarrea.

El cloruro de magnesio está constituido por cloro y magnesio; casi del 60 % del magnesio de nuestro cuerpo está en los huesos, un  26% en los músculos y el resto en los tejidos blandos y en los líquidos corporales.

El magnesio elimina el calcio acumulado en algunos lugares y lo lleva a los huesos, reanima los órganos de las funciones vitales (glándulas), activa los riñones para eliminar el ácido úrico, en la artritis, descalcifica la membrana de las articulaciones, ataca la esclerosis calcificada, evita infartos, purifica la sangre. Alimenta y reduce el agotamiento intelectual, flexibiliza las arterias, elimina la atrofia muscular, corrige el desequilibrio mineral, modera los desórdenes digestivos e intestinales, es laxante y tonificante , alivia la fatiga y previene problemas de próstata.
También es un tranquilizante natural que mantiene el equilibrio energético en las neuronas y actúa sobre la transmisión nerviosa. La glándula paratiroides también necesita magnesio para funcionar correctamente.

El magnesio es muy necesario, principalmente después de los 40 años, cuando el cuerpo absorbe lo absorbe en menos cantidad de los alimentos, causando, envejecimiento y enfermedades.
Debido a su gran importancia en el metabolismo, se concentra principalmente en el corazón, también en el hígado, el cerebro y los riñones. Por este motivo, su carencia puede producir una gran variedad de síntomas.

Sus sales impulsan los fermentos digestivos y mejoran la producción de jugo biliar, reponiendo los niveles de la flora intestinal. También reduce los olores corporales.
Lo curioso es que el cloruro de magnesio es un complemento alimenticio relativamente módico y que ha aliviado en poco tiempo a  tantas personas.


“De manera similar, pacientes con diagnósticos de depresión, epilepsia, diabetes mellitus, temblores, Parkinson, arritmias, perturbaciones circulatorias (ataques fulminantes, infección cardiaca, arteriosclerosis), hipertensión, migraña cefalea en racimos, cólicos, desórdenes neuro-vegetativos, dolor abdominal, osteoporosis, asma, desórdenes dependientes del estrés, tinnitus, ataxia, confusión, preeclampsia, debilidad, también podrían ser consecuencias del síndrome de deficiencia de magnesio.”

El Magnesio contra las enfermedades

 Ejemplos de enfermedades que se pueden prevenir o curar con el Cloruro de Magnesio:
  • Su consumo diario previene el cáncer. Aunque una vez declarado, conviene no tomarlo.
  • Cura problemas de próstata.
  • Previene la diabetes y mejora la calidad de vida de quienes la padecen.
  • Su consumo habitual previene infartos y problemas de corazón.
  • Previene la artritis, ya que el magnesio evita que el ácido úrico se deposite en las articulaciones.
  • Regula la tensión arterial.
  • Práctico en problemas digestivos y desarreglos intestinales.
  • También es efectivo en el tratamiento de: Alzheimer, asma, arritmia, fatiga, hipertensión, estrés…
  • Ayuda a llegar a la vejez con una buena calidad de vida.
A nadie le gusta medicarse y aunque hay medicinas, buenas para determinados problemas, son perjudiciales para otros. Sin embargo, el Cloruro de Magnesio NO tiene contraindicaciones.

El magnesio no crea dependencia, con el no eludiremos todos los males pero si estaremos más sanos, no es una medicina, es un alimento sin contraindicaciones y es compatible con cualquier otro medicamento.

¿Por Qué Somos Tan Deficientes?


Aquí está la versión corta: 


1.      Estamos siendo envenenados por nuestras alimentos

2.      Estamos cada vez más estresados. Estamos con nuestros engranes funcionando muy rápido para mantener un cierto estilo de vida y eso nos está drenando. La producción de la hormona del estrés requiere de niveles altos de magnesio y experiencias estresantes llevan a la baja de las reservas de magnesio.

3.      Estamos comiendo más azúcar que nunca. Por cada molécula de azúcar que consumimos, nuestro cuerpo usan 54 moléculas de magnesio para procesarla.

4.      Y por último, el magnesio se baja por muchos medicamentos y compuestos de estrógeno como contraceptivos orales, antibióticos, cortisona, prednisona y medicamentos para la presión sanguínea. Los diuréticos en el café y té (cafeína) también aumentan los niveles de excreción. Ah y por cierto – ¡el flúor compite por la absorción con el magnesio!


En estos tiempos, casi todo el mundo es deficiente en magnesio – sin necesidad de exámenes. A los alimentos refinados/procesados se les quita su contenido mineral, vitamínico y de fibra. Estas son comidas anti-nutritivas porque de hecho roban magnesio para ser metabolizadas.

Cuando son consumidas, exigen que las suplementemos con magnesio o estamos destinados a quebrarnos eventualmente debido a deficiencias severas. Como dije, el azúcar es el peor delincuente. Cada molécula de azúcar que consumes arrastra más de 50 veces la cantidad de magnesio fuera de nuestro cuerpo.

Bueno, ¿qué tal si lleva una alimentación saludable? Los productos procesados no son los únicos alimentos que no tienen magnesio. En general, el suelo es vaciado de magnesio por los pesticidas que son rociados en todas las plantas cultivadas de manera convencional y la contaminación mundial que afecta hasta a los campos más limpios.
Los pesticidas también matan a aquellas bacterias/hongos benéficos que son necesarios para que las plantas conviertan a los nutrientes del suelo en nutrientes para las plantas que se puedan usar por los y las humanas(os). 

La absorción de magnesio es mucho mayor cuando lo aplicamos sobre la piel. Por lo tanto, es recomendable que si quieres notar sus efectos que utilices el aceite de magnesio y no recaigas sólo en los alimentos ricos en este mineral.


La buena noticia es que el aceite de magnesio es relativamente económico si lo haces tú mismo. Y una mejor noticia aún es que hacerlo es extremadamente fácil.








Es tiempo de cuidar tu salud... El Índice de masa corporal (IMC)

¿Para qué sirve el índice de masa corporal?

El Índice de masa corporal (IMC), o Body Mass Index en inglés (BMI) estima el peso ideal de una persona en función de su tamaño y peso. El Índice de masa corporal es válido para un adulto hombre o mujer (18 a 65 años).

El IMC también se le llama índice de Quételet (inventado por el científico belga Jacques Quételet, 1796-1874). La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido este índice de masa corporal como el estándar para la evaluación de los riesgos asociados con el exceso de peso en adultos.

Demasiado gordo, demasiado flaca… la apreciación es a menudo una cuestión de moda y de impresión personal. El Índice de masa corporal o IMC es, sin embargo, mucho más fiable. Es el resultado de un cálculo entre el peso y la altura y evalúa los posibles riesgos para su salud. La moda es una cosa, la salud es otra…

Salud y IMC

Un alto IMC se asocia a mayor riesgo de muerte. El riesgo de muerte por diversas causas, cáncer u otras enfermedades aumenta a través del rango de sobrepeso de moderado a severo tanto en hombres como en mujeres.  El factor aumento si el sujeto fuma.

Modelos y IMC

En España, desde 2005, las modelos con un IMC inferior a 18 ya no están autorizadas a participar en desfiles. Esta medida se tomó para combatir el riesgo de anorexia entre las jóvenes fácilmente influenciables. De hecho, la OMS considera que una mujer con un IMC inferior a 18 no se encuentra en buen estado de salud. Esto pronto podría extenderse a otros países de la Unión Europea.

IMC o de Masa Corporal

Existe un método de desarrollado por el estadístico belga L.A.J Quetelet en el siglo XIX para conocer el grado de sobrepaso u obesidad de una persona llamado Índice de Masa Corporal (o IMC) ampliamente usado hoy en día. Este índice se calcula aplicando la siguiente fórmula matemática:

                                                                      

                                                                            
Aunque este indicador ayuda a conocer el grado de obesidad, no ayuda a conocer el riesgo cardiovascular asociado. Para ello existe el método de medición de la cintura.


De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud cuando una persona tiene un IMC entre 18.5 y 25, se considera que tiene un peso normal. En este caso sólo se debe mantener la dieta en forma habitual y hacer ejercicio en forma regular.

Forma de Calcular el IMC

Una forma sencilla de de medir el IMC es emplear la tabla de cálculo que mostrada abajo. Para calcular el IMC solo se deberá saber de inicio la altura (o talla) en centímetros y el peso en kilogramos. La tabla permite teclear directamente en el recuadro de talla la estatura en centímetros o bien mover el cursor a la estatura y al peso deseado.

Ejemplo: si una persona mide 170 cm y pesa 70 Kg, el IMC calculado será de 24.2

Si el IMC es mayor a 25 se deberá consultar al médico para saber qué es lo que debe seguir y cuáles son las acciones más recomendables para perder peso.

Las medidas siempre quedan circunscritas al tratamiento integral que todo profesional maneja y que radica en alimentación equilibrada, ejercicio físico y fármacos, siempre que estén indicados.

En el caso de que además de un IMC elevado, la persona tenga un PC que exceda lo considerado normal, la situación se torna más preocupante.

Aunque los resultados no son constantes pues varía dependiendo de la edad y el sexo aún así el IMC es una referencia todavía valida y universal.

La Organización Mundial de la Salud propone la siguiente tabla de evaluación

     
La siguiente La siguiente gráfica resume lo descrito en la tabla anterior

 La siguiente La siguiente gráfica resume lo descrito en la tabla anterior

En el mercado existen múltiples programas de reducción de peso, sin embargo recomendamos que si tu índice de masa corporal es mayor a 25 acudas de inmediato con un médico para que te de las indicaciones adecuadas a tu caso específico.

  
Nueva clasificación de sobrepeso según índice de masa corporal

El índice de masa corporal es un parámetro muy usado dada su gran practicidad, para diagnosticar obesidad o sobrepeso, y más allá de no ser el único indicador que se requiere para obtener un completo y fiable panorama acerca del estado de salud, aun se utiliza ampliamente. Por eso, es preciso conocer que existe una nueva clasificación de sobrepeso según índice de masa corporal propuesta por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO).

En su último consenso del año 2007, la SEEDO propuso dividir el rango de índice de masa corporal que señala sobrepeso en dos categorías diferentes: sobrepeso de grado I y sobrepeso de grado II o preobesidad. Esta última categoría enmarca a todas aquellas personas cuyo índice de masa corpora se sitúe entre 27 y 29,9 y es de gran importancia porque ya se trata del estadío previo a sufrir una patología como es la obesidad.

Dado que muchas investigaciones ya han observado que el riesgo de morbimortalidad comienza a elevarse a partir de un índice de masa corporal de 27 o más, esta nueva clasificación nos permite captar de una manera diferente a quienes antes tenían simplemente sobrepeso y hoy, presentan preobesidad según esta nueva clasificación.

Por supuesto, el índice de masa corporal por sí sólo no es suficiente para hablar de del estado de salud y de la presencia o no de obesidad, pero dado que el IMC es muy usado e incluso se utiliza por personas no profesionales para autoevaluarse, es importante dar a conocer esta nueva categoría de sobrepeso que nos coloca de una manera diferente ante la probabilidad de sufrir enfermedades.

martes, 9 de agosto de 2011

Es tiempo de cuidar tu salud... La sensación de apetito o de saciedad



La sensación de apetito o de saciedad tienen mucho que ver con señales moleculares que emergen del cerebro y que impactan en vías metabólicas concretas. Algunas de ellas podrían explicar trastornos como la obesidad mórbida y ayudar a regular desórdenes en los que el sobrepeso se presenta como síntoma más evidente. La leptina, según demuestran experimentos recientemente publicados en Science, parece consolidarse como molécula clave de estos mecanismos.

Aun cuando sean un ruido líquido en la barriga o una salivación súbita los indicadores fisiológicos de que tenemos hambre, la base de semejante sensación reside más arriba. De hecho, no son más que alarmas cuyo centro de control reside en el cerebro. Ahí es, donde según todos los indicios acumulados hasta la fecha, emerge la señal para que una hormona específica, la leptina, participe de los mecanismos que regulan el apetito. La última aportación en este sentido parece demostrar que la tendencia a la obesidad de un individuo adulto puede determinarse a las pocas semanas de vida, analizando la intensidad con la que esta hormona regula precisamente la sensación de apetito.
De acuerdo con los resultados obtenidos por un equipo de investigadores dirigido por Richard Simerly, de la Oregon Health Sciences University (OHSU), el papel de la leptina en los mecanismos que influyen en la predisposición a la obesidad es mucho más que especulativo. Simerly empleó ratones modificados genéticamente para determinar la influencia del cerebro en el desarrollo de la obesidad y el papel de la leptina. Con anterioridad, se sabía que el nivel de leptina en los tejidos grasos de nuestro organismo resulta clave para entender el impulso de comer: a mayor nivel de leptina, menor sensación de hambre. Lo que Simerly hizo fue comparar la evolución de ratones sin leptina en su organismo con la de ratones tratados con dosis suplementarias de la hormona. Mientras que los primeros alcanzaron la madurez con una obesidad mórbida y una perenne sensación de apetito, los segundos lo hicieron con una flaqueza excepcional y sin un interés especial por la comida.

El investigador de Portland, que ha publicado sus conclusiones en la revista Science, analizó después los cerebros de los ratones y descubrió que la población de neuronas en la zona cerebral que controla el apetito de los ratones tratados con leptina era mucho mayor y que los cambios fisiológicos duraban permanentemente.
A modo de explicación, el equipo de la OHSU postula que la administración de leptina en ratones recién nacidos provoca una configuración neuronal en la zona cerebral que controla el apetito que durará toda la vida y que reprimirá de forma eficaz toda ingestión no indispensable.

Hallazgo fundamental
Investigaciones recientes abren la vía de regular los impulsos del apetito con un tratamiento hormonal administrado en las primeras semanas de vida Sadaf Farooqi, investigador de la Universidad de Cambridge, está considerado una autoridad mundial en materia de obesidad. Con respecto al artículo de Simerly asegura que se trata de un «hallazgo fundamental». El descubrimiento, desvela, abre una vía a la  especulación de regular los impulsos del apetito de por vida con un tratamiento hormonal administrado en las primeras semanas de vida y que permitirán al individuo modular su apetito a las necesidades reales del organismo, consumiendo sólo las calorías indispensables.

Sadaf Farooqi, investigador de la Universidad de Cambridge, está considerado una autoridad mundial en materia de obesidad. Con respecto al artículo de Simerly asegura que se trata de un «hallazgo fundamental». El descubrimiento, desvela, abre una vía a la especulación de regular los impulsos del apetito de por vida con un tratamiento hormonal administrado en las primeras semanas de vida y que permitirán al individuo modular su apetito a las necesidades reales del organismo, consumiendo sólo las calorías indispensables.

Fisiológicamente, la cantidad de leptina que un recién nacido posee no depende de su alimentación perinatal sino de su configuración genética, lo que apoya la tesis de que la obesidad puede estar condicionada por genes. En la medida en que la leptina estimule el desarrollo neuronal en la zona del cerebro que regula el apetito, el ser humano crecerá con un mayor discernimiento sobre su sensación de saciedad (se saciará más con menos).
Farooqui se muestra partidario de profundizar en el modo en que la leptina configura las neuronas que habrán de regular el hambre para sentar las bases de una intervención farmacológica, pudiendo corregir el déficit hormonal en individuos que nacen con esta predisposición genética. «En la actualidad, existen fármacos que imitan la modulación cerebral que lleva a cabo la leptina, pero habría que pensar en una actuación directa», especula el investigador británico.

Los Centros para el Control de las Enfermedades de EEUU han reconocido recientemente que la obesidad supera ya al tabaco como principal causa prevenible de enfermedad. Una obesidad mórbida dispara el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2 y algunas formas de cáncer. La OMS, de hecho, advierte en un informe reciente que la obesidad acapara el 7% de todos los costes de salud en los países desarrollados. «Aun cuando la moderación en las comidas y la práctica de 30 minutos de ejercicio físico diario suponen un remedio eficaz a este problema», advierte Farooqui, «no podemos olvidar que muchos pacientes necesitarán, además, una intervención farmacológica».

Las señales del hambre
La investigación publicada ahora sobre leptina se inscribe en un marco mucho más amplio que persigue, desde hace años, encontrar claves fisiológicas que ayuden a comprender no tanto los mecanismos que rigen la obesidad como los que determinan lo que se denomina «las señales del hambre». En buena parte, éstas emergen en el cerebro y desde ahí activan respuestas, en su mayor parte mediadas por hormonas, que se traducen en algo tan visible como la sensación de hambre o de saciedad.

La influencia de estas respuestas obre el organismo son igualmente visibles, aunque la que mejor representa su valor es la tendencia a ganar o a perder peso de forma aparentemente injustificada. El desorden metabólico responsable de la obesidad mórbida se sitúa en este contexto. Y algunos autores sostienen que enfermedades alimentarias de claro componente nervioso como la anorexia y la bulimia podrían guardar algún tipo de relación.

Sea cual sea la causa, cada vez está ganando mayor peso la predisposición genética y su traducción, en forma de proteínas (o señales hormonales), como fórmula para explicar estos desórdenes. Del mismo modo, la industria farmacéutica ha entrado desde hace un decenio largo en la carrera por hallar moléculas específicas que interfieran en estas señales. Tras años de fracasos, algunos de ellos extraordinariamente sonoros en el sector, la
investigación se centra cada vez más en moléculas que, como la leptina, apuntan en esta dirección. Otras fórmulas para controlar las señales del hambre, como algunos psicoestimulantes, han entrado en declive por la gravedad de sus efectos secundarios.

La hormona del apetito.
En España, un equipo coordinado por Edurne Simón (Departamento de Nutrición y Bromatología de la Facultad de Farmacia en la Universidad del País Vasco) han estudiado la influencia de la leptina en el desarrollo de la obesidad. «Existen numerosos factores neuroendocrinos encargados de regular la ingestión y el balance energéticos, como son los agentes betaadrenérgicos, la colecistoquinina o el neuropéptido; sin embargo, fue el descubrimiento de la leptina el desencadenante de múltiples investigaciones destinadas a establecer los mecanismos implicados en esta homeostasis», indica la investigadora.

La homeostasis energética del organismo permite establecer una estabilización del peso corporal y de la masa grasa a través de una red compleja de sistemas fisiológicos que regulan el aporte, el gasto y el almacenamiento de las reservas energéticas. Para llevar a cabo este proceso, debe existir un mecanismo que señalice el nivel de reservas energéticas y mande una señal que se pueda transmitir a los centros reguladores del organismo. De este modo, los lugares de control del sistema nervioso central (SNC) y, en particular, del hipotálamo, deben poder recibir e integrar el mensaje sobre el estado del depósito energético. Por tanto, «debe existir un mecanismo que module las señales periféricas y los centros nerviosos, para intervenir en la regulación de los dos componentes del balance energético, el aporte y el gasto de energía».

Estos estudios no encontraron una confirmación evidente hasta el descubrimiento de una hormona adipostática con poder saciante, a finales de 1948, a la que que se denominó leptina. Un gen presente en el cromosoma 7 humano es el encargado de codificar la síntesis de leptina, llamada así en virtud de la palabra griega leptos, que significa delgado. La leptina es un péptido de 167 aminoácidos, con un ritmo circadiano relacionado, entre otras cosas, con la pauta de ingestión, aumentando a lo largo del día en humanos (de hábitos diurnos) y reduciéndose en el caso de roedores (de hábitos nocturnos). No se conoce exactamente el mecanismo responsable del valor máximo de leptina a lo largo del día en los humanos, aunque parece estar modulado por el régimen de horas de luz/oscuridad, la ingestión y las horas de sueño del individuo.